martes, 15 de abril de 2008

Me gustan pendejas

Miraba por la ventana, como el pañuelo de su cuello se movia, ese vaiven que dejaba entrever su lechosa y tersa piel. Me subía la angustia, queria tomarla, hacerla mia, despojarla de su impavides de adolesente, queria observarla sin otredades y distractores. Sus ojos vivos y su sonrrisa tonta, sus palabras etereas. Todo era ella, el sol caliente, la humedad de la tarde. La perdí en el metro, observe su caminar sus miembros firmes, su cadencioso movimiento, hasta que mis ojos la perdieron para siempre. La olvidaba en el vagon, donde caia en el sopor de la confusion y de la nostalgia, el vacio dejado por ella enmarcaba la terrible pena de la partida y del amor fugaz. Jure no enamorarme de aquellas figuras, pero la carne es debil, y la soledad es caprichosa. En las noches quietas pienso en ella, imagino su ruta, su camino su aliento, su ritmo, me acurruco entre sus pechos altivos, y ahí encuentro descanzo.
las pieles rugosas, los alientos añejos, no... No hay como la carne fresca!
El pensamiento constante del chico andrés